Dice mi mujer, que tiene una visión panorámica fantástica, que a Zapatero cuando se vaya, le van a dejar sólo. Vamos, que no se le va a arrimar nadie, que le van a tratar como a un apestado.
Me recuerda mucho a la historia de La hoguera de las vanidades, la gran novela de Tom Wolfe. Zapatero en el papel de Sherman McCoy. Broker de Wall Street por presidente de España. Duplex en Manhattan por el Palacio de la Moncloa. Premios y reconocimientos. Pedestales de poder que te hacen sentir en la cúspide del mundo y engrandecen el ego desmesuradamente.
Pero un error desencadena la tragedia. Allí un atropello no denunciado por miedo a ser asaltado en un barrio negro de mala reputación en una noche negra. Aquí una negación e inoperancia por miedo a perder el halo de salvador social. Y claro, la ocultación, o engaño, con buenas o malas intenciones, como la mentira, tienen las patas cortas.
De repente, todo se vuelve en contra. Te pillan la matrícula, y comienza la caza: medios de comunicación que se ponen del lado de la verdad, consejeros que abandonan, amigos que pasan a la sombra, compañeros que te apuñalan por la espalda...Hasta el conserje te niega la mirada cuando antes te abría las puertas. Aduladores que no amigos.
Ya no hay ganancia posible, sólo riesgo, únicamente mitigar la perdida. Miedo a perder lo conseguido. Aversión a la identificación con el culpable. Tampoco quedan intereses compartidos.
Sólo queda la familia (qué irónico!). Y un fondo de desilusión permanente.
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